Bienvenidos a este tour por el interior de la cabeza de Iván Duque; tengan en cuenta que podemos atravesar por zonas de máxima turbulencia en el lóbulo central porque hoy es 20 de julio y el señor presidente enfrentará un día muy agitado. Hagamos una fila, por favor, e ingresemos por acá, por el oído derecho, con muchísimo cuidado para evitar ese rodadero amarillo que los sacaría, pero por el oído izquierdo. Porque al presidente generalmente las cosas le entran por un oído y le salen por el otro.
Avancemos por esta alfombra roja siempre haciendo la filita. Paremos. Miren a su derecha: en aquella greda del fondo es donde nace cada reflexión… posteriormente se desliza por ese ducto rosado, que conduce a la lengua. Si quieren bajar y tomarse fotos es permitido, adelante, porque esta zonita es muy tranquila. De poca actividad. Aunque miren… ¿sí es?... ¡Sí es! ¡Qué buena suerte la de este grupo! ¡Miren a su derecha! Ahí viene una pequeña reflexión, mírenla como se arrastra… ¡Bajen, bajen y la acarician! La pueden tocar, sí. Pueden tomarse fotos, no hace nada. Por turnos. Y déjenla que vaya y se deslice lentamente por ese tubo que conduce a la lengua.
Estuvieron muy de buenas. Es raro ver una reflexión y menos por esta época. Generalmente no salen a estas alturas del mandato o se asustan con el ruido.
Sigamos en fila, por favor, siempre haciendo la filita , y paremos acá: asomémonos a este balcón. Estamos en la zona baja del lóbulo frontal. Acá es donde se gestan casi todas las emociones del presidente. El rincón de la izquierda que tiene telarañas es la famosa zona empática. Abajito pueden ver el tálamo, el hipotálamo y un hipopótamo que no se sabe por qué terminó acá. Pero no ataca. Esos pequeños volcanes de abajo entran en ebullición según el grado de excitación, el estímulo… ¡Miren ahora! ¡Están vomitando lava! Le pasa cuando escucha una canción de Lucas Arnau. O con el nuevo McFlurry Chocorramo. O cuando saluda a miembros del Esmad: alguna de estas últimas cosas le está sucediendo, seguramente...
Mejor salgamos y pasemos a una zona que les va a encantar… Tengan cuidado con los cables del suelo que son los que envían corriente a la lengua… No los vayan a pisar, por favor: un par de veces sucedió y el presidente cometió varios lapsus… Pasemos por este pasillo… Y miren: este salón gigantesco, rodeado de espejos y de luces, es la zona de la vanidad… Vamos a parar acá un rato, pueden bajar, tomarse fotos, recorrerlo sin afán. Paseen un ratico… Contemplen las fotos del presidente en las paredes con personalidades, con Silvestre Dangond, con el papa. Tómense la selfie con el famoso óleo donde sale delgado. Y ahora hagan este ejercicio: inhalen. Inhalen profundamente. Este gas mareador es el famoso poder. Al presidente se le subió acá, a toda la cabeza, y esto es lo que se respira.
En el costado derecho pueden ver las placas de mármol de las mejores frases que se han producido en este compartimento: “El cerco diplomático es apenas comparable con la caída del muro de Berlín”. O esta que acabamos de estrenar: “Si pudiera presentarme en las elecciones las ganaría”. Pueden hacerse fotos con ellas. En el segundo piso es posible ver a los cientos de funcionarios que trabajan en este sector. (El ejecutivo en mangas de camisa fue el que mandó a hacer las monedas acuñadas en oro con el nombre del presidente… Y la mujer de allá sugirió la placa inaugural del túnel de la Línea).
Agrupémonos acá y tengan cuidado porque vamos a pasar por un puente colgante que se mueve bastante. Eso, así, en orden. Y paremos acá. Agárrense de las barandas. Esa zona naranja donde hay unos obreros descansando es la de la creatividad… Si hubiéramos llegado a las cinco habríamos visto el show de unicornios y enanitos. Lástima. Al fondo está la zona gris del cinismo: es la que más funcionarios tiene. Están redactando el discurso que tendrá que pronunciar más adelante, en el Congreso: seguramente sobre su compromiso con la paz.
Los de atrás terminen de pasar el puente y subamos por esta escalera de caracol. Ojo: esta es la parte más alta. Acá la vista es privilegiada porque se puede observar prácticamente toda la cabeza del presidente. Agrupémonos por favor, avancemos, avancemos y…. ¡paremos! Levanten ahora la mirada y vean hacia el cielo raso, hacia la bóveda. Aquel extenso cepillado negro que ven en el techo es el pelo del doctor Duque hacia adentro, es la raíz. Si jaláramos una de esas cerdas, caería el pelo entero y podrían ver que solo en la parte de arriba es blanco. Cuando digo cerdas me refiero a estos retazos de pelo que parecen una escobilla, exacto.
Miren todo el panorama, toda esa majestuosidad. Los pistones gigantes de atrás están en la famosa zona de enajenación. En el centro, en ese cuartico diminuto, están guardadas las enseñanzas de la Sergio.
Háganse todas las fotos que quieran pero no se suban al techo. Hay varias tejas corridas y se pueden caer. Nos sucedió con un turista hace un año y fue a dar a ese hueco oscuro enorme de allá, que es la conciencia, y nunca más apareció. Lo buscamos durante un mes. Debe de estar arrumado con las promesas, tentaciones y despilfarros que dicen que hay en el fondo.
Pasemos ahora por esta escalerita, y acá, en estos dos balcones, pueden asomarse por intervalos a las pupilas… El presidente tiene tres pupilas: la izquierda, la derecha y Karen Abudinen. Lo que ustedes observan es lo que él está mirando en tiempo real… Esos políticos de la oposición que tratan de abuchearlo, por ejemplo… Son en su mayoría tuiteros que lograron una curul y arman ese ruido y ese es el ruido que está ingresando en este momento, esos coros. Perdónenme elevo la voz pero es que de lo contrario no me escuchan.
Bajemos ahora por esta rampa sin pisar los cables, recuérdenlo, y aprovechen para tomarse otra foto con esa reflexión de allá, que acaba de aparecer: está gigante… Miento, miento: era el hipopótamo. Miren cómo embarró el tapete rojo. Mejor salgamos ya por los ductos del oído: recuerden que los que necesitan salir hacia la derecha, deben deslizarse por el de la izquierda. Y al revés.