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En un pasaje escondido de París descubrimos este antiguo estudio fotográfico transformado en un hogar repleto de antigüedades, tesoros de mercadillos, recuerdos de viaje y arte.
Coleccionistas de arte y enamorados de la fotografía. Los propietarios de esta casa parecían predestinados a descubrir este antiguo estudio fotográfico escondido en un pasaje privado del cosmopolita distrito 9 de París. Con una sola planta a pie de calle, el edificio, de finales del s. XIX, conservaba el encanto del pasado más un valor añadido hacía tres décadas: una claraboya en el techo situada en el espacio que por aquel entonces se utilizaba como plató de día y ahora hace las veces de comedor y sala expositiva. Tanto este ambiente como el resto de estancias –sin perder un ápice de su también condición de casa–, se han convertido en una prestigiosa galería donde exponen artistas reconocidos o emergentes y se realizan eventos y cenas en petit comité con fotógrafos, compradores y periodistas del mundo del arte.
No es de extrañar, por lo tanto, que el ingenio de grandes artistas encuentre el marco ideal en este lugar de ambientes amplios y luminosos, distribuidos de forma fluida. Aunque se realizaron algunas reformas para adaptar el espacio a sus nuevas funciones, elementos como la altura de techos, las decorativas escayolas, las paredes con molduras de algunas de las habitaciones, las puertas acristaladas o la tarima de madera muestran el carácter señorial de esta elegante casa parisina. Sin embargo, a pesar de su belleza, la estructura cede con sencillez el protagonismo a la muestra fotográfica repartida, de forma magistral y sin excepción, por las paredes y suelos de cada una de las estancias de la casa, dando lugar a una interesante mezcla de arte contemporáneo y arquitectura clásica.
En cuanto al interiorismo, al igual que ocurre con las exposiciones, también reina el mix y la temporalidad, ya que a los galeristas les encanta renovar el mobiliario y cambiarlo de lugar con frecuencia. Materiales diversos –mármol, madera o escayola– se combinan con una decoración que no atiende a ningún estilo específico y que tampoco resta atención visual a la obra fotográfica, resaltada, eso sí, con un sistema de iluminación pensado para cada espacio. Adquiridos en diversos viajes, mercadillos de antigüedades o tiendas con piezas vintage e industriales –como la chimenea de hierro procedente de El Mercado de las Pulgas o las sillas indias del comedor adquiridas en Luzio–, los muebles han sido elegidos bajo una de estas dos premisas: la búsqueda del confort o la singularidad.
- El eclecticismo es la clave. Tanto en arte como en decoración, revaloriza los espacios. Hay que elegir piezas que apasionen, sin importar el estilo, la técnica, el color o los formatos.
- Arte en todos los espacios. La cocina y baño también pueden acoger propuestas artísticas. Eso sí, es vital protegerlas con estructuras de metacrilato o vidrio.
- Iluminación natural. Atención: la luz solar muy directa puede dañar la obras de arte. Una forma de evitarlo es situar filtros anti UVA-UVB en las ventanas.
- Tipos de formato. Las fotografías de grandes dimensiones, antes muy de moda, conviven ahora con creaciones de tamaños medianos e incluso pequeños y más íntimos.
Realización: Beatriz Aparicio